La muchacha soltó un bufido y miró
por la ventana aburrida. No había nada de interesante que hacer, y la verdad,
ir y fingir sonrisas frente a sus “amigos” no le iba a levantar mucho el ánimo.
Apenas habían entrado y ya tenían hora libre. Hasta donde escuchó, el profesor había tenido un inconveniente y llegaría más tarde. Tampoco estaba de humor para sacarle más información al preceptor de su salón, quien se creía que los entendía por el simple hecho de hablar como ellos. Tal vez estar con ellos lo hacía sentirse más joven…
<< Lastima que no lo es… >>
Apenas habían entrado y ya tenían hora libre. Hasta donde escuchó, el profesor había tenido un inconveniente y llegaría más tarde. Tampoco estaba de humor para sacarle más información al preceptor de su salón, quien se creía que los entendía por el simple hecho de hablar como ellos. Tal vez estar con ellos lo hacía sentirse más joven…
<< Lastima que no lo es… >>
Ella era capaz de sentir las miradas
extrañadas de sus “amigos” clavadas en ella, pero eso no le importó en
absoluto. Quería saber si sus “amigos” irían a buscarla cuando ella no se les
acercará. Quería ver si ellos eran realmente dignos de ser sus “amigos”, o
simplemente se quedarían mirándola, esperando que ella fuese la que se acerqué.
<< -Pues morirán esperando
–pensó la joven, inflando los cachetes. Ella no pensaba acercarse, en absoluto.
>>
Las chicas de primero estaban en el
patio haciendo gimnasia en aquél momento. Jugaban al vóley, el único deporte
disponible en su instituto. Todas reían, bromeaban, y se ponían erguidas,
sacando pecho de donde no tenían. La chica hizo una mueca de disgusto. Le
disgustaban las niñas de primero. Eran, simplemente, tan… creídas.
<< -Puf, idiotas… no saben que
los de primero son el desayuno de los de tercero… >>
La muchacha tenía el codo apoyado en
la mesa, y había dejado descansar su cabeza sobre su mano, sintiendo su lacio y
suave pelo, hacerle cosquillas en su antebrazo. Todas las chicas de primero se
creían las más hermosas, al menos, así pasaba en su instituto, y eso solo hacía
que la sangre de la joven hirviera como el mismísimo infierno. Ella había sido
alguien bastante reservada cuando estaba en primero, en cambio, estas chicas…
<< -Estas parecen unas putas
con su mal delineado, sus puntas abiertas, y su horrible forma de hablar…
>>
Recordó las incontables fotos que
subían haciendo boca de pato, sacándose fotos frente al espejo del baño, o
simplemente una foto de cuerpo entero con una simple pupera y unos shorts
ajustados, sosteniéndose el cabello y dando un beso al espejo. ¡Tan tontas! La joven tan solo podía reír al
verlas, y reír a carcajadas. Le daba tanta lástima ver como creían ser lindas…
<< -La verdadera belleza… ¡Soy
yo! ¡Ja, ja, ja, ja! >>
Una sonrisa maliciosa se trazó en su
rostro, y la muchacha entrecerró los ojos, clavando su mirada en los
movimientos provocadoramente torpes de las chicas, quienes se agachaban con
extrema lentitud, a recoger el balón de vóley, esperando que alguno de los
chicos de tercero las miré. Claro, por ser nuevas, aun no se habían enterado de
que sus intentos por conseguir alguna pobre alma serían inútiles. La joven quién
las miraba por la ventana era LA muchacha. Ya saben, la que los tenía locos a
todos los chicos en el instituto. Prácticamente tenía a los de tercero amarrados
con una correa, eternamente atados a ella, su belleza, y su extravagante ego.
-Corina –la chica se giró al
escuchar su nombre y se encontró con la mirada de lado de su amiga, sin
comillas, porque ella era lo más cercano a una amiga, que tenía… la muchacha
iba a continuar cuando un sonido hizo que ambas se voltearán hacia la puerta.
Esta se abrió. El profesor entró,
como si nunca hubiese llegado tarde. Sin disculparse, sin decir una palabra más
después del típico “Buen día, alumnos”. Rápidamente la joven que la llamaba volvió
a tomar asiento, y le dedicó una sonrisa a la castaña, dándole a entender que
más tarde hablaría con ella. Corina asintió, y miró en dirección al profesor. Algo
era diferente. Y lo diferente fue algo que sorprendió bastante a la joven. Un
muchacho había entrado detrás del profesor. Si, un muchacho nuevo entró detrás
del profesor. La joven no pudo evitar morderse el labio al verlo. ¡Dios, estaba
buenísimo!
Sintió unas miradas sobre ella, y
miró de reojo a los dueños de estas. Prácticamente, todas las miradas de las
chicas en su salón estaban clavadas en ella, con un interrogante en ellas
“¿Acaso vas a…?”. La muchacha sonrió de lado, y las miradas se desprendieron de
ella casi al instante. Ya estaba, se lo había pedido. Bueno, en realidad, ella
no aceptaba lo de “yo me lo pido”, por lo que prefería llamarlo “Voy a tener
otro perrito, por lo que no se le acerquen ¿No tengo que explicarlo otra vez,
verdad?”. Si, definitivamente lo amarraría con una correa, el no sería la
excepción en absoluto.
El profesor no se molestó en pedirle
que se presente, únicamente le pidió que se siente y comenzó a tomar lista. La
joven se acomodó en su asiento, y miró al profesor con una gran sonrisa en el
rostro. Era la primera vez que prestaba tanta atención en la lista de chicos.
Golpeteaba las uñas contra la madera de la mesa, y quedaba absorbida en los
nombres que ya se sabía. Estaba cerca, lo sabía, en cualquier momento lo
nombrarían y entonces ella sabría nombre y apellido de su próxima mascota,
porque eso eran los chicos para la joven, mascotas.
Nunca en su vida la muchacha había
sentido las famosas “mariposas en el estomago”. Tal vez fuera ella la que tenía
la culpa o algo, pero siempre que parecía tenerlas, encontraba una terrible
imperfección en el muchacho, y estas morían ahogadas en su enfado. Hubo un
muchacho que la chica casi “amo”, por así decirlo. Cuando le fue a hablar, como
toda chica que quiere caerle bien a aquel de quien gusta, este la miró de pies
a cabeza y le dijo: “Lo siento, no salgo con niñas”.
Dios, nunca en su vida Corina se había
sentido tan enfadada. Un poco más y le hubiese arrancado los ojos con las uñas,
pero como ella sabia como actuar, simplemente sonrió, y dio media vuelta… para
luego convencer a todo el instituto de que el muchacho era, nada menos, que
gay. Claro, no había nada malo en eso, por lo que todo el instituto le dio su “bendición”.
Como era de esperarse, aquel muchacho no volvió el año siguiente al instituto.
Rencorosa, esa era la palabra que la
definía. Estabas con ella, o simplemente no estabas, así es como lo veía ella. Como
toda chica popular del instituto, adoraba hacerle la vida imposible… a aquellos
que se lo merecían. No tenía nada en contra de los frikis y renegados, es más,
se acercaba a conversar con ellos todo el tiempo. Después de todo, todos están
por debajo de ella, así que no valía la pena discriminar inútilmente.
Se acercaba, lo sentía en los
huesos, en cualquier momento llegaría el nombre del muchacho desconocido y ella
podría saber nombre y apellido de su presa. E iba a llegar cuando…
Unos golpecitos en su hombro la
interrumpieron. Corina hizo un gesto con la mano, intentando que fuese quien
fuese, dejase de molestarla. Pero, parecía que aquella persona no había captado
el mensaje. Una vez más volvieron los golpecitos en su hombro, y ella apretó
los puños, intentando no convertir el salón en una escena del crimen. Otra vez
los molestos golpecitos…
-¡¿Qué?! –susurró la chica, ya fuera
de sus casillas. Nunca había sido una persona muy paciente, y menos cuando la interrumpían
mientras estaba en algo importante. Entonces era capaz de dejar sus dedos
marcados en la cara de cualquiera… pero este cualquiera, era el cualquiera que
tanto estaba esperando.
Sus ojos se abrieron como platos al
ver al muchacho, el nuevo, quién lucía un poco asustado por la reacción de la
muchacha, quién se maldecía interiormente, queriendo pegarse la cabeza contra
la mesa. Era una estúpida. Adiós a su plan de lucir inocente, todo se había ido
al carajo, no había retorno de aquel…
-Hola… -susurró el muchacho, sin
ninguna muestra del miedo que se mostraba en sus ojos. La muchacha ladeó un
poco la cabeza. Una mezcla de alivio, y confusión había tomado lugar en su
mente, que luchaba por poder hilar un pensamiento correctamente. Pero eso era
imposible, la sonrisa del muchacho había atontado a Corina, y a decir verdad,
eso era todo un logro. No importaba que tan lindo fuera el chico, nadie le había
provocado aquella sensación nunca…
¿Acaso era eso amor…?
No. Una vez más las mariposas en el
estomago fueron ahogadas por la ira de muchacha, que se había dado cuanta que
el muchacho ya había dicho “presente”. Tenía ganas de darle un sopapo en ese
mismo momento, pero se mantuvo en sí misma y soltó un bufido. El muchacho había
interrumpido su momento de concentración por una sola cosa… decirle “hola”. A la
muchacha le hervía la sangre.
<<Aun así… tiene que ser mío… no
importa cuán molesto sea>>
El muchacho se quedó un tiempo mirándola,
para luego soltar una risa divertida. Corina volvió a sentirse una vez más
fuera de sí. ¿Qué le daba risa? ¿Acaso le daba risa ella? ¡¿Se atrevía a reírse
de ella?!
-Discúlpame, estabas muy concentrada
y no pude evitarlo –susurró el muchacho. Corina abrió los ojos confundida. Estaba
consternada, absolutamente fuera de sí. No sabía cómo debía responder o actuar…
definitivamente el truco de la niña inocente ya no funcionaria en él. Pero por
un momento se olvido que era un él, y simplemente se permitió responder como
ella deseaba. Como ella respondería si en algún momento fuera ella misma.
-¿Eres idiota? –le preguntó Corina,
frunciendo el ceño. No sabía que otra podría haber sido una respuesta
aceptable, pero en ese momento, aquello fue lo único que le salió. Se olvidó
completamente que era a él a quien debía amarrar con una correa…
-Un poco, si… -le respondió, ganándose
una vez más la mirada consternada de Corina. –Mi nombre es…
-¡Corina Hichman! –gritó el
profesor, haciendo que la joven se girase lo más rápido que le era posible,
para encontrarse con la mirada harta del profesor que tanto la quería e
idolatraba. -¡Corina! –Le regaño –¡ya eh repetido tu nombre cuatro veces! –Corina
se encogió en su asiento. Podía escuchar como el muchacho nuevo luchaba por
contener la risa. Apretó los puños con fuerza, escondiéndolos debajo del banco.
-L-lo lamento, profes…
-¡No! ¡Nada de lamentaciones! Esta vez
no te llevas el ausente, pero la próxima… -no terminó la oración, dejando que
las palabras flotasen en el aire, como modo de advertencia. Claro, como era de
esperarse, no le dijo nada al chico nuevo. El profesor continuó tomando lista,
mientras Corina se giraba a mirar de reojo al muchacho detrás de ella. Este estaba
rojo como un tomate, ocultando su rostro en sus brazos para ocultar su risa. Las
lágrimas corrían por su rostro, burlándose de ella, la chica más popular del instituto.
Corina tan solo pudo mirarlo con los ojos como cuchillas, que no hicieron más
que aumentar la risa que el muchacho tanto luchaba en ocultar.
Me encanto. Espero con ansias el siguiente!
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado nwn El siguiente... sigue en proceso *quedó en blanco a mitad del capitulo* xDD
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