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viernes, 7 de febrero de 2014

【Who are you...?】Capítulo II: Nuevo alumno




La muchacha soltó un bufido y miró por la ventana aburrida. No había nada de interesante que hacer, y la verdad, ir y fingir sonrisas frente a sus “amigos” no le iba a levantar mucho el ánimo.


Apenas habían entrado y ya tenían hora libre. Hasta donde escuchó, el profesor había tenido un inconveniente y llegaría más tarde. Tampoco estaba de humor para sacarle más información al preceptor de su salón, quien se creía que los entendía por el simple hecho de hablar como ellos. Tal vez estar con ellos lo hacía sentirse más joven… 

<< Lastima que no lo es… >>


Ella era capaz de sentir las miradas extrañadas de sus “amigos” clavadas en ella, pero eso no le importó en absoluto. Quería saber si sus “amigos” irían a buscarla cuando ella no se les acercará. Quería ver si ellos eran realmente dignos de ser sus “amigos”, o simplemente se quedarían mirándola, esperando que ella fuese la que se acerqué.


<< -Pues morirán esperando –pensó la joven, inflando los cachetes. Ella no pensaba acercarse, en absoluto. >>

Las chicas de primero estaban en el patio haciendo gimnasia en aquél momento. Jugaban al vóley, el único deporte disponible en su instituto. Todas reían, bromeaban, y se ponían erguidas, sacando pecho de donde no tenían. La chica hizo una mueca de disgusto. Le disgustaban las niñas de primero. Eran, simplemente, tan… creídas.

<< -Puf, idiotas… no saben que los de primero son el desayuno de los de tercero… >>

La muchacha tenía el codo apoyado en la mesa, y había dejado descansar su cabeza sobre su mano, sintiendo su lacio y suave pelo, hacerle cosquillas en su antebrazo. Todas las chicas de primero se creían las más hermosas, al menos, así pasaba en su instituto, y eso solo hacía que la sangre de la joven hirviera como el mismísimo infierno. Ella había sido alguien bastante reservada cuando estaba en primero, en cambio, estas chicas…

<< -Estas parecen unas putas con su mal delineado, sus puntas abiertas, y su horrible forma de hablar… >>

Recordó las incontables fotos que subían haciendo boca de pato, sacándose fotos frente al espejo del baño, o simplemente una foto de cuerpo entero con una simple pupera y unos shorts ajustados, sosteniéndose el cabello y dando un beso al espejo.  ¡Tan tontas! La joven tan solo podía reír al verlas, y reír a carcajadas. Le daba tanta lástima ver como creían ser lindas…

<< -La verdadera belleza… ¡Soy yo! ¡Ja, ja, ja, ja! >>

Una sonrisa maliciosa se trazó en su rostro, y la muchacha entrecerró los ojos, clavando su mirada en los movimientos provocadoramente torpes de las chicas, quienes se agachaban con extrema lentitud, a recoger el balón de vóley, esperando que alguno de los chicos de tercero las miré. Claro, por ser nuevas, aun no se habían enterado de que sus intentos por conseguir alguna pobre alma serían inútiles. La joven quién las miraba por la ventana era LA muchacha. Ya saben, la que los tenía locos a todos los chicos en el instituto. Prácticamente tenía a los de tercero amarrados con una correa, eternamente atados a ella, su belleza, y su extravagante ego.

-Corina –la chica se giró al escuchar su nombre y se encontró con la mirada de lado de su amiga, sin comillas, porque ella era lo más cercano a una amiga, que tenía… la muchacha iba a continuar cuando un sonido hizo que ambas se voltearán hacia la puerta.

Esta se abrió. El profesor entró, como si nunca hubiese llegado tarde. Sin disculparse, sin decir una palabra más después del típico “Buen día, alumnos”. Rápidamente la joven que la llamaba volvió a tomar asiento, y le dedicó una sonrisa a la castaña, dándole a entender que más tarde hablaría con ella. Corina asintió, y miró en dirección al profesor. Algo era diferente. Y lo diferente fue algo que sorprendió bastante a la joven. Un muchacho había entrado detrás del profesor. Si, un muchacho nuevo entró detrás del profesor. La joven no pudo evitar morderse el labio al verlo. ¡Dios, estaba buenísimo!

Sintió unas miradas sobre ella, y miró de reojo a los dueños de estas. Prácticamente, todas las miradas de las chicas en su salón estaban clavadas en ella, con un interrogante en ellas “¿Acaso vas a…?”. La muchacha sonrió de lado, y las miradas se desprendieron de ella casi al instante. Ya estaba, se lo había pedido. Bueno, en realidad, ella no aceptaba lo de “yo me lo pido”, por lo que prefería llamarlo “Voy a tener otro perrito, por lo que no se le acerquen ¿No tengo que explicarlo otra vez, verdad?”. Si, definitivamente lo amarraría con una correa, el no sería la excepción en absoluto.

El profesor no se molestó en pedirle que se presente, únicamente le pidió que se siente y comenzó a tomar lista. La joven se acomodó en su asiento, y miró al profesor con una gran sonrisa en el rostro. Era la primera vez que prestaba tanta atención en la lista de chicos. Golpeteaba las uñas contra la madera de la mesa, y quedaba absorbida en los nombres que ya se sabía. Estaba cerca, lo sabía, en cualquier momento lo nombrarían y entonces ella sabría nombre y apellido de su próxima mascota, porque eso eran los chicos para la joven, mascotas.

Nunca en su vida la muchacha había sentido las famosas “mariposas en el estomago”. Tal vez fuera ella la que tenía la culpa o algo, pero siempre que parecía tenerlas, encontraba una terrible imperfección en el muchacho, y estas morían ahogadas en su enfado. Hubo un muchacho que la chica casi “amo”, por así decirlo. Cuando le fue a hablar, como toda chica que quiere caerle bien a aquel de quien gusta, este la miró de pies a cabeza y le dijo: “Lo siento, no salgo con niñas”.

Dios, nunca en su vida Corina se había sentido tan enfadada. Un poco más y le hubiese arrancado los ojos con las uñas, pero como ella sabia como actuar, simplemente sonrió, y dio media vuelta… para luego convencer a todo el instituto de que el muchacho era, nada menos, que gay. Claro, no había nada malo en eso, por lo que todo el instituto le dio su “bendición”. Como era de esperarse, aquel muchacho no volvió el año siguiente al instituto.

Rencorosa, esa era la palabra que la definía. Estabas con ella, o simplemente no estabas, así es como lo veía ella. Como toda chica popular del instituto, adoraba hacerle la vida imposible… a aquellos que se lo merecían. No tenía nada en contra de los frikis y renegados, es más, se acercaba a conversar con ellos todo el tiempo. Después de todo, todos están por debajo de ella, así que no valía la pena discriminar inútilmente.

Se acercaba, lo sentía en los huesos, en cualquier momento llegaría el nombre del muchacho desconocido y ella podría saber nombre y apellido de su presa. E iba a llegar cuando…

Unos golpecitos en su hombro la interrumpieron. Corina hizo un gesto con la mano, intentando que fuese quien fuese, dejase de molestarla. Pero, parecía que aquella persona no había captado el mensaje. Una vez más volvieron los golpecitos en su hombro, y ella apretó los puños, intentando no convertir el salón en una escena del crimen. Otra vez los molestos golpecitos…

-¡¿Qué?! –susurró la chica, ya fuera de sus casillas. Nunca había sido una persona muy paciente, y menos cuando la interrumpían mientras estaba en algo importante. Entonces era capaz de dejar sus dedos marcados en la cara de cualquiera… pero este cualquiera, era el cualquiera que tanto estaba esperando.

Sus ojos se abrieron como platos al ver al muchacho, el nuevo, quién lucía un poco asustado por la reacción de la muchacha, quién se maldecía interiormente, queriendo pegarse la cabeza contra la mesa. Era una estúpida. Adiós a su plan de lucir inocente, todo se había ido al carajo, no había retorno de aquel…

-Hola… -susurró el muchacho, sin ninguna muestra del miedo que se mostraba en sus ojos. La muchacha ladeó un poco la cabeza. Una mezcla de alivio, y confusión había tomado lugar en su mente, que luchaba por poder hilar un pensamiento correctamente. Pero eso era imposible, la sonrisa del muchacho había atontado a Corina, y a decir verdad, eso era todo un logro. No importaba que tan lindo fuera el chico, nadie le había provocado aquella sensación nunca…

¿Acaso era eso amor…?

No. Una vez más las mariposas en el estomago fueron ahogadas por la ira de muchacha, que se había dado cuanta que el muchacho ya había dicho “presente”. Tenía ganas de darle un sopapo en ese mismo momento, pero se mantuvo en sí misma y soltó un bufido. El muchacho había interrumpido su momento de concentración por una sola cosa… decirle “hola”. A la muchacha le hervía la sangre.

<<Aun así… tiene que ser mío… no importa cuán molesto sea>>

El muchacho se quedó un tiempo mirándola, para luego soltar una risa divertida. Corina volvió a sentirse una vez más fuera de sí. ¿Qué le daba risa? ¿Acaso le daba risa ella? ¡¿Se atrevía a reírse de ella?!

-Discúlpame, estabas muy concentrada y no pude evitarlo –susurró el muchacho. Corina abrió los ojos confundida. Estaba consternada, absolutamente fuera de sí. No sabía cómo debía responder o actuar… definitivamente el truco de la niña inocente ya no funcionaria en él. Pero por un momento se olvido que era un él, y simplemente se permitió responder como ella deseaba. Como ella respondería si en algún momento fuera ella misma.

-¿Eres idiota? –le preguntó Corina, frunciendo el ceño. No sabía que otra podría haber sido una respuesta aceptable, pero en ese momento, aquello fue lo único que le salió. Se olvidó completamente que era a él a quien debía amarrar con una correa…

-Un poco, si… -le respondió, ganándose una vez más la mirada consternada de Corina. –Mi nombre es…

-¡Corina Hichman! –gritó el profesor, haciendo que la joven se girase lo más rápido que le era posible, para encontrarse con la mirada harta del profesor que tanto la quería e idolatraba. -¡Corina! –Le regaño –¡ya eh repetido tu nombre cuatro veces! –Corina se encogió en su asiento. Podía escuchar como el muchacho nuevo luchaba por contener la risa. Apretó los puños con fuerza, escondiéndolos debajo del banco.

-L-lo lamento, profes…

-¡No! ¡Nada de lamentaciones! Esta vez no te llevas el ausente, pero la próxima… -no terminó la oración, dejando que las palabras flotasen en el aire, como modo de advertencia. Claro, como era de esperarse, no le dijo nada al chico nuevo. El profesor continuó tomando lista, mientras Corina se giraba a mirar de reojo al muchacho detrás de ella. Este estaba rojo como un tomate, ocultando su rostro en sus brazos para ocultar su risa. Las lágrimas corrían por su rostro, burlándose de ella, la chica más popular del instituto. Corina tan solo pudo mirarlo con los ojos como cuchillas, que no hicieron más que aumentar la risa que el muchacho tanto luchaba en ocultar.

<< Eres hombre muerto…>>

 

2 comentarios:

  1. Me encanto. Espero con ansias el siguiente!

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    1. Me alegro que te haya gustado nwn El siguiente... sigue en proceso *quedó en blanco a mitad del capitulo* xDD

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